martes, 14 de diciembre de 2010

Stay the night.

¿Sabes? Yéndote no me haces un favor.

Quédate, aunque sólo sea por hoy.

Permíteme pasar esta noche contigo. Déjame aspirar por última vez tu olor, escuchar el sonido de tu respiración, que a duras penas sobrevive detrás de un insistente y rítimico pitido (pi, pi, pi, pi). El latido de tu corazón, más débil con cada pulsación. Quiero recordar cada uno de los momentos juntos, cada uno de los segundos. Atesorar en mi memoria todas las risas y las lágrimas como si mi cabeza fuera una biblioteca de sentimientos que me vaya a permitir comprobar los instantes vividos tantas veces como se me antoje.

Tolera que pase esta noche contigo, llorando, pegado a tu cama. Deja que me canse y me duerma. Y entonces podrás irte de la misma forma en que entraste en mi vida. De puntillas y sin hacer ruido.


jueves, 9 de diciembre de 2010

Sans toi, les émotions d'aujourd hui ne seraient que la peau morte des émotions d'autrefois.

Hoy te vuelvo a echar de menos. Pero por una vez no echo de menos todo aquello que vivimos. No puedo dejar de pensar en todo aquello que no llegamos a hacer. En todo lo que nunca haremos. Y todo por culpa de nuestra cabezonería desmedida. Podríamos haber sido los mejores amigos del mundo, los dos lo sabemos, pero nos empeñamos en estropearlo todo. No ves lo que te ofrezco, y yo no puedo más que fijarme en todo lo que no me das. Nadie da ni un duro por nuestra amistad, pero ¿y? Soy una firme defensora de las causas perdidas. Y me basta con creer yo misma que esto podría ser posible. Que algún día podremos ser eso que yo sueño. Dos personas avanzando en paralelo, junto con muchas otras, por la vida. Dándose la mano. Levantándose mutuamente. Confesándose esperanzas y sueños. Compartiendo alegrías, luchando contra las tristezas.

Por favor, déjame ayudarte. Déjame ser esa persona en la que pienses cuando necesites ayuda a la hora de resolver un problema, sea cual sea el tema del mismo. Permíteme entrar en tu vida, ser parte de ella. Háblame de tus cosas más íntimas. Ábrete a mi. Quiero estar en tu cabeza y saber qué se esconde en ella. Conocerte tan bien como te conoces a ti mismo. Poder llegar a decir con orgullo, algún día: "Él es, ciertamente, mi mejor amigo en esta vida."

domingo, 14 de noviembre de 2010

Siempre hubo PEJ.

"When I see your face theres not a thing that I would change
Cuz ur amazing just the way you are.
And when you smile the whole world stops and stares for a while
Cuz girl ur amazing just the way you are."


En el patio de un colegio todos los niños juegan. Bueno, no todos, sólo los comprendidos entre las edades de 6 y 10 años. Es el primer día de clase y se pueden notar los nervios en el ambiente. Los que se conocen de cursos anteriores ya se han juntado y comentan alegremente cómo han ido sus vacaciones. El sol brilla en lo alto, y propicia un ambiente relajado y amigable. De repente, suena la sirena que indica que el recreo ha terminado y que deben comenzar a formar filas para entrar en clase. Aun siendo nuevos, todos los alumnos saben dónde deben colocarse, pues un letrero pegado en cada una de las columnas se lo indica. Una vez formadas, las filas, toca subir a clase. Durante todo ese recorrido, dos niñas no pueden dejar de mirarse. Están colocadas la una delante de la otra y, al parecer, las dos han notado algo muy especial cuando la andereño ha dicho sus nombres. Durante el siguiente recreo se presentan y se ponen a hablar en una esquina del patio.
Desde ese día, todos los días compartieron confidencias, secretos, debates, opiniones, buenos y malos momentos. Su relación pasó por baches, como todas las grandes historias, pero jamás dejaron de quererse como el primer día. Aun a día de hoy, catorce años después, las cosas siguen iguales. La una tan niña como entonces, la otra tan responsable como la primera vez. Un millón de aventuras después y aunque la vida se empeñe en separarlas, las desgracias no han conseguido hacer mella en su relación, que no ha hecho más que mejorar con el tiempo, como el buen vino. Se entienden con sólo una mirada, se buscan si tienen algún problema, se apoyan la una en la otra cada vez que caen para volver a levantarse. Y aunque varios kilómetros las separan, son capaces de pensar las mismas cosas en los mismos momentos. Discuten, como cualquier persona. Se enfadan la una con la otra, como todos. Pero no son capaces de estar enfadadas durante mucho tiempo. Su relación no es perfecta, pero eso no importa. Dijeron para siempre y será para siempre, y además, ¿quién quiere una relación perfecta teniendo una imperfecta con alguien tan especial?

Pena que no haya más gente así.

Gracias, gracias y más gracias. Es lo único que me queda por decir.

 

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Amigos.

Hay veces que el mismo suelo que está bajo nuestros pies se resquebraja y se parte mientras andamos. Sin poder evitarlo, caemos de rodillas, luchando por levantarnos para seguir avanzando. Nos aferramos a cada una de las aristas que se han formado debajo de nuestro cuerpo, tratando de coger impulso. Pero cada vez que lo intentamos nos fallan los pies, las piernas, las fuerzas, los ánimos. Y cada intento fallido nos hunde un poco más en nosotros mismos, y nos impide poder mirar hacia delante con claridad. Cerramos los ojos con fuerza y nos negamos a seguir intentándolo.

Entonces es cuando notamos unas manos en nuestra espalda, dándonos ánimos, alentándonos, y otras manos nos cogen de las nuestras propias. Estas manos nos ayudan a pasar todos los obstáculos que hay en el camino, y nos conducen de vuelta al sendero que tenemos marcado. Son manos grandes, pequeñas, suaves o duras, de mujer o de hombre, pero todas ellas son manos amigas.

Porque eso es lo que significa ser amigo de alguien. Sostenerle cada vez que cae, ayudarle a tomar impulso cada vez que le fallan las fuerzas y las ganas. Estar ahí cada vez que necesite una palabra de aliento. Y hacerle ver a esa persona que no todo esta perdido, que nos tienen a su lado, y que pase lo que pase, nunca nos vamos a ir.

viernes, 15 de octubre de 2010

"Mírame a los ojos y verás un escaparate lleno de amor, dolor y bicicletas."



Porque, efectivamente, una imagen vale más que mil palabras.
Y a veces no necesitamos más que un gesto, un movimiento, una intención, una mirada para lanzarnos al vacío y creer en cosas

-imposibles-



Let's disappoint me.

"¿Qué estarás haciendo hoy?

Dime sólo que estás bien."



Y .. sí. Después de tanto tiempo he vuelto a preguntarme si soy importante para ti. Esta vez ni siquiera me he planteado si me echas de menos tanto como yo, sino simplemente me he parado a pensar si alguna vez paso por tu cabeza. Si te pasa como a mí, que a veces sin motivo alguno te tengo en la cabeza durante un buen rato. Ni siquiera estoy muy segura de querer saberlo. Al fin y al cabo, he sufrido suficientes decepciones para lo que me queda de vida.







domingo, 26 de septiembre de 2010

Grey's anatomy.

La vida está llena de dilemas, si o no, dentro o fuera, arriba o abajo. Y luego los que de verdad importan. Amar u odiar, ser un héroe o un cobarde, luchar o rendirse, vivir...o morir. Vivir o morir es la elección que importa, y no siempre está en nuestras manos.

 

 
Si o no, dentro o fuera, arriba o abajo, vivir o morir, ser un héroe o un cobarde, luchar o rendirse. Lo repetiré para asegurarme de que me habéis oído. La vida está llena de dilemas. Vivir o morir, eso es lo que importa... y no siempre está en nuestras manos.


jueves, 9 de septiembre de 2010

Love me if you dare.

Flechazo s. m.
1.Lanzamiento de una flecha.
2.Señal, corte o herida que produce una flecha.
3.Enamoramiento que surge de forma repentina.



- ¿Crees en los flechazos?
- Pues sí.
- Ingenua.

 
Y creo que, en caso de ser posible, cada día me gustas aún más. Aun sabiendo que todo esto es imposible, que no hay salida congruente a todo este lío. Aun sin saber si a ti te pasa igual. No puedo evitar pensar en ti. Me descubro a mí misma preguntándome qué estarás haciendo, dónde y con quién. Ingenua, sí, supongo. Ingenua por dejar que esto crezca en mi interior, aun sabiendo cómo va a terminar. Pero no puedo evitarlo. Supongo que va con mi forma de ser. Ingenua. Soñadora. Obstinada. Testaruda, eso seguro. Cabezota. Impertinente. Y a veces bastante bestia. Creo en los flechazos, supongo que por el mero hecho de vivir a base de impulsos. Pero así soy yo. Intento cambiarlo una y otra vez, pero al parece no hay manera. Y vuelvo a lo mismo de siempre. A obsesionarme, a pensar en ti. En cómo estarás. En si me echarás de menos tanto como yo a ti…
 

Nada que decir, todo por hablar.

-Hay dos o tres cosas que nunca me has pedido y lo lamenté. Habría sido capaz.
- ¿Qué cosas?
- Comer hormigas. Insultar a los parados que salen del INEM. Amarte como loco.

Y muchas cosas más. Habría podido subir al cielo sólo para bajarte la luna si así lo hubieras querido. Podría haberte querido todos y cada uno de los días de mi vida, desde el primero al último. Pero tú nunca me lo pediste. Muchas veces supe que estabas a punto de decírmelo y yo lo esperaba con impaciencia, pues era lo que más deseaba en el mundo. Pero de repente bajabas la mirada y me hablabas de cualquier otra cosa. Que si el tiempo que va a hacer mañana, que si deberías ir al médico porque no te encuentras muy bien. Y de esta forma se reanudaba mi espera. Podía sentir cómo mi vida se escapaba sin que tú te dieras cuenta de que la persona más adecuada para ti soy yo. Siempre lo he sabido, y sé que tú también lo sabías. Pero jamás nos atrevimos a decírnoslo. Y míranos ahora. Diciéndonos las cosas a la cara por primera vez en la vida. Nosotros que de todo hemos hablado, que hemos pasado horas simplemente mirándonos, que hemos descubierto todas las cosas juntos. Desde siempre y para siempre, dijimos de pequeños. Y así ha sido, aunque supongo que no en la forma en la que yo esperaba. Porque sí, ahora no tengo miedo de decírtelo. Te quiero, te quiero, te quiero. Siempre te he querido. Y maldigo cada uno de los días que he pasado sin decírtelo. Porque podríamos haber sido tan felices… Pero ahora es demasiado tarde. ¿O no?

Quiéreme si te atreves.

Tápate los oídos. Fuerte, fuerte, fuerte. Más fuerte todavía. ¿Oyes lo mucho que te quiero?


Sí, ¿lo oyes? Porque por más que lo intento, no puedo dejar de pensar en ello. Es algo que me está comiendo por dentro, y haga lo que haga, piense lo que piense, no puedo dejar de pensar en ti. En tus manos. En tus ojos. En tu sonrisa. En cómo arrugas la nariz cuando algo no te gusta. En cada uno de los pequeños detalles de tu cuerpo. Ese cuerpo que cada noche me permites recorrer con la mirada. Hay veces que no puedo evitar sentirme incrédulo cuando pienso que te tengo, que tú también me quieres, que quizá incluso estés pensando en mí justo en ese momento. De hecho, te vas a reir, pero hay veces que me entran unas ganas locas de llamarte, da igual la hora del día ni el sitio en el que me halle. Simplemente no soy capaz de resistirme a ese impulso de escucharte, de saberte mía, de pensarte, de recordarte. Y muchas veces no lo consigo, me rindo ante la fuerza de mis sentimientos. Y te llamo. Y tú siempre me coges el teléfono, estés donde estés, aunque sé que muchas veces te sorprendes porque te llamo sin razón ni motivo aparente, sólo para preguntarte qué tal estás. Pues bueno, ahora lo sabes. Te quiero, y supongo que aparte de eso no hay mucho más que pueda decir.


-Pardon my enthusiasm.
-I like your enthusiasm.

jueves, 2 de septiembre de 2010

And we fall back into the same patterns, same routine.

"Just gonna stand there and watch me burn,

Well that’s alright because I like the way it hurts."


-¿Te he dicho alguna vez que me gustas más con el pelo recogido?

-Déjame en paz, siempre dices lo mismo, pero luego volvemos a estar igual. Siempre la misma mierda. Estoy cansada. De todo. No me merezco esto.

-Pero sabes que te quiero.

-¿Y eso de qué me sirve? A veces no es suficiente con querer a alguien. Hay que esforzarse, preocuparse, desvivirse, apasionarse. Tienes que vivir cada uno de los días como si fuera el último con esa persona. Para que una vez llegado ese verdadero último día puedas vivirlo al máximo.


 
"I can’t tell you what it really is,

I can only tell you what it feels like."

miércoles, 21 de julio de 2010

It's up to you.

“There's not much more that I can do,

now the rest is up to you.”



Hay veces en la vida en las que no te queda más remedio que dejar tu destino en manos de otras personas. Ellas decidirán, para bien o para mal, cuál será el siguiente paso que darás. Puede que todo salga mal y acabes llorando y maldiciendo por cómo han ido las cosas, pero como alguien dijo una vez, todas las cosas ocurren por algo. Puede que finalmente consigas lo que te has propuesto, que la persona en cuyas manos has dejado tu destino te favorezca. Pero no te acostumbres a que los demás forjen tu futuro por ti. No te acomodes, no dejes que otras personas decidan por ti más que cuando sea necesario. Porque sabe mucho mejor un triunfo propio que un triunfo conseguido por otras manos. Porque a la larga te darás cuenta de que la incertidumbre realmente puede llegar a comerte por dentro. Porque es mejor ir a por algo que quedarte esperando a que llegue a ti.

Haz siempre todo lo que esté en tu mano, porque si luchas por algo que te importa, da igual el resultado, lo que realmente importa es todo lo que has hecho por conseguirlo.


jueves, 8 de julio de 2010

Never give up.

Una y otra vez llegas al mismo punto. Vueltas y vueltas y nunca te cansas de andar. Golpes y golpes y nunca te cansas de caer. Cada vez que te levantas después de una caída, das un paso atrás y tratas de reiniciar el camino, pero cada vez te das más cuenta de que sólo caminas en círculos. Tarde o temprano siempre llegas al mismo lugar. A un muro. Grande, alto, ancho. Imposible franquearlo por los lados, pues se extiende hasta donde tu vista te permite ver. Imposible también pasar a través de él, ya que no hay puertas, ni grietas, cortes, fisuras, hendiduras, resquicios o huecos en su superficie. Te sientes impotente. Piensas ¿Qué hago aquí intentándolo otra vez? Quizá simplemente debería tratar de desandar el camino y encontrar otro lugar. Lo miras una vez más. Tan alto, tan grande, tan intimidante. Te lo imaginas sonriendo, vanagloriándose. Riéndose de ti por tantas intentonas sin resultado.


Y de repente notas un hormigueo que te sube por los pies y te alcanza la punta de los dedos. Un calor que se extiende por tu pecho. Una esperanza, un nuevo arranque de valor. La idea de que quizá esta vez sí. Quizá esta vez consigas superar este viejo obstáculo. Una vez más, solo una intentona más. Una nueva oportunidad. Te das impulso y poco a poco vas agarrándote a los pequeños rasguños que hay en el muro. Te vas dando cuenta de que tampoco era tan difícil. Primero una mano. Luego la otra. Un pie. El otro. Poco a poco. Paso a paso. Y ¡qué extraño! No resulta tan difícil como hasta ahora habías pensado. ¿Será quizá por ese coraje nuevo? Quién sabe.

El caso es que antes de que te des cuenta, ya estás arriba. Por fin. Después de tantas veces, tantos fracasos. Por fin lo has conseguido. Te giras para mirar lo que hay detrás de ese muro, lo que tanto ansiabas ver. Y te das de bruces contra otro muro. Pero esta vez no desfallecerás, ni siquiera pasará por tu cabeza la idea de rendirte. Porque ya has pasado el primero, tu gran prueba. Y a partir de ahora sabrás que podrás con todos aquellos obstáculos que vengan detrás. Tardarás más o menos, pero el tiempo da igual, porque sabes que acabarás llegando a tu meta. Y eso es lo que importa.

lunes, 5 de julio de 2010

Perdona que te escriba.

-¿Por qué siempre escribes sobre cosas tristes? Tus historias siempre terminan mal. Los protagonistas mueren, las parejas se rompen, todos sufren.


 

-¿Nunca te has fijado? Cuanto más duele algo más cosas se pueden decir de ello. La infelicidad tiene tantos matices .. Y además, todos los cuentos terminan si los protagonistas son felices.

sábado, 5 de junio de 2010

Bones.

-¿Cómo sabes que es un polvo de mierda?


-Porque tiene que serlo, Huesos, estoy convencido.

-¿Por qué?

-¿Por qué? Te diré por qué. Los seres humanos no somos más que unas criaturas solitarias que pasan unas junto a otras. Buscamos el más mínimo roce para conectar con otros. Algunos miran donde no deben, otros se rinden porque en el fondo creen que “Bah, ahí fuera no hay nadie para mí.” Pero todos seguimos intentándolo una y otra vez. ¿Por qué? Porque de vez en cuando, sólo de vez en cuando, dos personas se juntan y salta la chispa. Y sí, Huesos, él es guapo, ella es preciosa, y tal vez eso es lo único que ven al principio, pero al hacer el amor .. al hacer el amor, dos personas se funden en una.

-Es científicamente imposible que dos personas ocupen el mismo espacio.

-Sí, pero lo importante es intentarlo. Y cuando lo hacemos bien, nos acercamos.

-¿A qué? ¿A romper las leyes físicas?

-Sí, Huesos, un milagro.

miércoles, 7 de abril de 2010

Breathe in, breathe out, move on.

Siempre es bueno volver a los sitios de los que nos fuimos. Sentarnos un momento en algún rincón especial y simplemente dejarnos llevar. Guardarnos un tiempo para nosotros mismos. Ser egoístas y dejar a un lado al resto del mundo para ocuparnos solamente de lo que sentimos. Respirar profundamente. Cerrar los ojos. Pensar detenidamente en todo aquello que nos preocupa, lo que nos mantiene despiertos por las noches y cabizbajos durante el día.
Cada uno tiene su huequito en este mundo. A algunos les gusta perderse por el campo, en algún pueblecito dejado de la mano de Dios. Los hay que prefieren meterse en la cama y aislarse de todos los ruidos en ese pequeño fortín que resultan las sábanas una vez escondes la cabeza en ellas. Hay gente que encuentra la calma mezclándose en la multitud, caminando por las calles de una ciudad atestada de personas.
Y otros .. otros somos felices cuando, desde el coche, autobús, avión o medio de transporte que nos lleve, vemos aparecer al fondo, en el horizonte, esa franja azul que se funde con el cielo y que nos anuncia que el mar está cerca. Casi podemos olerlo en el ambiente, y oir las olas rompiendo contra las rocas. Y cuanto más te acercas, más paz notas en tu interior. Porque sabes que una vez hayas llegado por fin tendrás tiempo para pensar, para pasear, relajarte, volver a pensar y poner en orden tus ideas. Coges aire, lo sueltas, inspiras, expiras, profundamente, cierras los ojos y puedes sentir el sabor salado del agua llenando tus pulmones.
Cuando por fin llegas a tu destino la felicidad te embriaga. Por fin un momento para ti. Desconectas el móvil, apagas el ordenador. No necesitas unos auriculares para escuchar la música más maravillosa del mundo. El mar, las olas, los pájaros, las rocas, la arena .. te esperan, y te reciben con los brazos abiertos. Y tú entras de lleno en ellos. Te dejas llevar, mientras, por una vez, hasta comerte la cabeza resulta agradable.

martes, 23 de febrero de 2010

Ella.

Tac, tac, tac, tac, tac, tac, tac. Sonido de tacones a lo lejos. Una avenida concurrida. Coche, autobuses. Estudiantes que corren, profesores con aire distraído. El persistente ruido de los tacones se va acercando; tac, tac, tac, tac, tac… y en tu campo de visión aparece una chica. Zapatos planos aunque sonoros, vaqueros ceñidos alrededor de unas piernas delgadas y largas, camiseta sencilla y jersey de cuello en pico. Probablemente con los pendientes a juego. Una ancha sonrisa, unos ojos luminosos y una bonita melena. Guapa, bien vestida, RUBIA… tonta seguro, piensa la gente que no la conoce. Y entonces entra en la facultad de Medicina.


La ves caminar con paso seguro, saludando a todo el mundo, parándose a charlar de vez en cuando, transmitiendo su alegría a los demás. La cabeza siempre bien alta, sin llegar a resultar pretenciosa, dejando claro que se merece todo aquello que ha conseguido hasta ahora y probablemente también mucho más.

Feliz con su vida, aunque le haya costado mucho llegar hasta donde está. Una niña lista y despierta como pocas que, paso a paso, fue convirtiéndose en una adolescente inteligente y abierta, amiga de sus amigos e incluso de sus enemigos (si alguna vez los tuvo). Ajena a los comentarios que su belleza y simpatía suscitan en los demás, jamás la oirás dedicarse un cumplido a sí misma, salvo que este bromeando. Un sentido del humor exquisito, y siempre con una frase de aliento preparada en los labios, dispuesta a salir en cuanto ve que a alguno de los que le rodean le fallan las fuerzas. Capaz de perdonar los errores más atroces y de hacerte pasar las clases de inglés más divertidas. Abierta y cariñosa con todo aquel que se lo permite, pero también tímida, seria y reflexiva si la situación lo requiere. Desde pequeña, un paso por delante de la gente de su edad en cuanto a madurez se refiere. Siempre ahí, a una llamada de distancia, para acudir rauda en tu ayuda cuando más lo necesitas.

De todas las piedras que el destino puso en su camino, ninguna consiguió tumbarla el tiempo suficiente como para hundirla. Cada una de las veces se levanto con energías renovadas y más ganas aun de seguir luchando. ¿Fracasos? Los justos, y siempre por volcarse demasiado en las cosas. Fuerte, pero vulnerable a la vez.

Médico desde siempre, pero también pintora, princesa, hija, hermana (mayo, y no sólo de sus hermanos), amiga, compañera, confesora, novia, estudiante, tutora, encargada de talleres, cuida-niños, maestra en el arte de pegar macarrones y de recortar guirnaldas, amante de las comedias románticas y el chocolate, ama de su casa, ex jugadora compulsiva de los Sims, gran lectora, cantante del Singstar, guitarrista profesional, ejemplo utilizado por padres (y el orgullo de los suyos) y, últimamente… un poco tomate.

En definitiva, el tipo de persona que a todo el mundo le gustaría tener pero que muy pocos conseguimos encontrar. Alguien a quien jamás querrías perder.

Gracias por todo. :)

miércoles, 17 de febrero de 2010

Recuerdos.

Si el paraíso existiera probablemente sería así. Las olas, de un azul oscuro y coronadas de espuma, rompen contra las rocas de mil formas, produciendo un sonido relajante y tranquilizador. Las nubes, como jirones de algodón, se ceden el paso las unas a las otras en su viaje hacia el horizonte. Su color blanco y puro contrasta de manera agradable con el tono claro del cielo. Y en medio de ese cielo un sol grande y redondo, en su máximo esplendor, calentando y haciendo que todo brille con un color diferente. Una ligera y refrescante brisa mueve las copas de las palmeras, y las hace danzar al son de alguna secreta melodía. La arena, blanca y suave, se hunde a cada paso que doy, y me hace cosquillas en la planta del pie. En conjunto, se trata de una isla en la que cualquier persona se sentiría afortunada de estar.


Ojala yo también pudiera sentirme así. El sonido de las olas no me tranquiliza ni me relaja, me encuentro ansioso a todas horas. El sol no calienta mi piel ya, y el frio se instalo en mí aquel día y desde entonces se ha negado a irse. Vine aquí huyendo de una vida que carecía de sentido, pero todo este tiempo no he conseguido sentirme mejor. Quizá lo mejor sería empezar explicándolo todo desde el principio.

Todo comenzó hace ahora un año y siete meses. Ese día era un día importante, el de mi cumpleaños. Era sábado y salí con mis amigos, dispuestos a comernos el mundo. Teníamos entradas para la discoteca de moda y llevábamos encima una cogorza bastante considerable. Llegamos relativamente pronto al lugar. La discoteca estaba abierta ya, pero no había cola y la zona de baile estaba prácticamente vacía. Pedimos algo en la barra y nos sentamos en un rincón a esperar que poco a poco la gente fuera entrando. Entre bromas y tonterías vimos aparecer por la puerta un grupo bastante nutrido de chicas. Una de ellas, morena, miraba llena de inseguridad a su alrededor, como si temiera que le fuera a pasar algo malo. A su lado, una de sus amigas parloteaba sin parar intentando llamar su atención, aunque con escasos resultados. Y de pronto su mirada se dirigió hacia donde estábamos nosotros. Escudriñó nuestros rostros uno a uno, y cuando sus ojos reposaron en los míos... no puedo explicar qué sentí. Por un segundo todo desapareció y solo existía en el mundo ella, con su mirada cálida y transparente posada en mí. Supe que ella había sentido lo mismo porque un rubor carmesí escalo a sus mejillas, y desvió rápidamente la vista hacia el suelo, mientras se mordía con fuerza el labio (mas tarde ella me recordaría siempre la marca que le quedó en el labio inferior por haberse mordido tan fuerte). Desde ese momento la fiesta quedó en un segundo plano. Ya no me importaba pasármelo bien o mal, reírme o no, beber o bailar. Sólo podía pensar en lo que me acababa de pasar. Yo siempre me había considerado tan maduro, tan racional, me veía metido en un embrollo del que no sabía cómo iba a salir. Pero me daba igual, no podía pararme a pensar en ello, simplemente tenía que trazar un plan que me permitiera acercarme más a aquella fascinante chiquilla. No podía quitarle los ojos de encima, y si me movía y la perdía de vista, no descansaba hasta volver a posar mi mirada en ella. Y por fin llego el momento que yo estaba esperando. Ella y una de sus amigas se separaron del grupo y caminaron hacia la barra, a pedir algo, supuse. Era mi oportunidad. Agarre a mi amigo Jaime del brazo y de un tirón me lo lleve hacia allí. Podía sentir el estomago golpeándome en las sienes a cada paso que daba. La veía de espaldas. Antes de poder tocar su hombro para llamar su atención, se dio la vuelta. Un golpe y de repente me vi empapado. Disculpas y más disculpas. Pobre, estaba al borde del llanto. No se daba cuenta de que a mí me daba igual. Ella me hablaba. Ella me miraba. Ella intentaba limpiarme. Y todo lo demás daba igual. En esa sala no existía ya nada más. Sólo ella y yo. Su mano entre las mías. Sus ojos buscando la disculpa en los míos. Tranquilo, pensé, tranquilo. El corazón me latía a mil por hora. Apenas me atrevía a respirar por miedo a estropear el momento. Mientras tanto, mi amigo Jaime había entendido perfectamente cuales eran mis intenciones, así que de alguna forma se había llevado a la amiga que acompañaba a mi ángel. Jaime, el gran Jaime, siempre a mi lado, siempre mi cómplice, que me entendía mejor que nadie, sólo con mirarme. Y una vez más le debía la vida, como en tantos otros momentos. Pero en esta ocasión de forma diferente. Si todo salía bien le se lo debería todo eternamente... Cuando por fin ella se tranquilizó hicimos las debidas presentaciones. Alba, ¡mi pequeño milagro se llamaba Alba! El nombre más bonito del mundo. Un nombre que repetiría muchas veces durante los meses siguientes. Sí, te he visto entrar; sí, me has llamado la atención. Y no sabes cuánto, pensé. No me quedaba mucho dinero, pero la invité a tomar algo, ya que había sido yo el causante de su bebida perdida. Al principio ella estaba un poco cortada, pero en seguida conectamos. ¡Teníamos mil cosas en común! En un momento dado, la conversación derivó hacia los estudios. Alba tenía sólo dieciséis años. ¿Cómo era posible? Yo acababa de cumplir veinticuatro. Por un momento pensé que el mundo se me venía encima, pero me recuperé. Qué más da, me dije a mí mismo, peores cosas se han visto, no vas a perderla ahora que por fin la has encontrado...

Bailamos toda la noche, sin parar. En cuanto se terminó su bebida fuimos con sus amigas e hizo las debidas presentaciones. Después yo me acerqué a donde estaba mi grupo y juntamos a todos. Congeniaron rápido, y eso me hizo sentir un profundo alivio. Mientras tanto, Alba y yo seguimos a lo nuestro, hablando sin parar, bailando, riendo… hasta que llegó la hora de cerrar el local.

Entre todos en seguida nos pusimos de acuerdo en que era necesario ir a desayunar, así que nos pusimos en camino. Una hora más tarde volvía a mi casa con una preocupación más y un corazón menos. Aunque me encontraba destrozado y con mucho sueño, aún estuve un buen rato dando vueltas en la cama. Habíamos congeniado, pero ¿y si ella no opinaba lo mismo y simplemente había sido uno más de su listas? ¿Y si me había equivocado y en realidad ella no había sentido lo mismo que yo?

Los días fueron pasando entre llamadas de teléfono, mensajes, emails y nervios. Yo intentaba por todos los medios mostrar mis sentimientos, pero me era muy difícil, ya que mi forma de ser era totalmente lo contrario. Aun así me esforzaba. La relación fue prosperando y durante un tiempo fuimos enormemente felices. Yo la quería y ella me quería a mí. ¿Qué más podía pedir?

Pero poco a poco fueron surgiendo problemas. Sus padres no terminaban de ver con buenos ojos nuestra diferencia de edad. A ella no acababa de convencerle que yo no demostrara al 100% lo que sentía. Y empecé a ver que Alba no era feliz. A veces se mostraba ausente, y yo me daba cuenta de que cada vez me costaba más llegar a ella. Nunca dudé de que me quisiera, y tampoco dudé jamás de lo que yo sentía, pero llegado un momento me quedó claro lo que tenía que hacer. Sólo pensar en ello me destrozaba por dentro, pero si quería que ella fuera feliz algún día tenía que empezar a pensar en dejarla libre.

Una vez tuve claro lo que tenía que hacer empecé a mostrarme evasivo, dejé de quedar con ella, tardaba en contestar a sus mensajes, y muchas veces no cogía sus llamadas. Cada vez que veía su número aparecer en la pantalla de mi teléfono me moría de ganas de hablar con ella, de explicarle lo que sentía, lo que me pasaba. Pero no podía. Era mejor que ella pensara que yo era un cerdo, así le costaría menos olvidarse de mí.

Y después de un par de semanas así, me decidí a hablar con ella. Cara a cara. Tenía memorizado a la perfección todo lo que quería decirle. Aproveché que al día siguiente se iba de viaje con sus tíos para así darle tiempo a asimilarlo todo alejada de mí. Se lo solté todo de golpe. No, no te quiero. No, nunca te he querido. Sí, he jugado contigo, ¿y qué? Mira, es mejor que no nos veamos nunca más. Olvídate de que existo. Adiós. Cada frase me quemaba la lengua y me mareaba escuchar salir esas mentiras de mis labios. Pero tenía que hacerlo. Recuerda, lo haces por ella, lo haces por ella, no hacía más que repetir eso en mi cabeza. Y aún así no me quedé más tranquilo. Alba no paraba de llorar, y aunque mi primer impulso fue abrazarla para consolarla, conseguí contenerme a tiempo. Cuando ya iba a darme la vuelta para irme, levanté la cabeza y por un segundo pude sostener su mirada. Lo que vi acabó por destruirme. Después de todo lo que yo le había dicho, sus ojos destilaban amor, ternura, perdón e incluso culpabilidad, pero no vi en ellos atisbo alguno de odio, reproche o enfado. Dios, la iba a echar tanto de menos…

En el camino a mi casa no pude contenerme y rompí a llorar. Todo aquello era demasiado para mí. Durante días estuve en casa pensando y llorando, sin poder moverme más que para comer algo de vez en cuando. Apagué el móvil y desenchufé el teléfono de casa. Necesitaba estar sólo. Si tocaban al timbre no contestaba, y si alguien golpeaba la puerta me limitaba a quedarme callado y encogerme dentro debajo de las sábanas. Entre ellas me sentía un poco más a salvo. Aún olían un poco a Alba… Despues de cinco días de reclusión voluntario me levanté con unas pocas fuerzas más que los demás días, así que encendí el móvil. Me empezaron a llegar mensajes. Propaganda, mi madre, Jaime, más propaganda, mi madre otra vez y… ¿Marta? ¿Marta, la mejor amiga de Alba? ¡90 llamadas perdidas! Seguro que quería hablar conmigo para ponerme verde. Aun así, decidí llamarla, por si acaso. Al segundo intento, Marta me cogió el teléfono. Con voz congestionada me dijo que estaba en el hospital, que Alba había tenido un accidente, que estaba en coma y que los médicos temían por su vida. Que me había estado llamando pero tenía el móvil apagado, que en el teléfono fijo le salía directamente el contestador, y que por mucho que me tocara el timbre yo nunca contestaba. Yo no la escuchaba. Sólo podía oir el latido de mi corazón golpeando con fuerza en la boca de mi estómago. Le pregunté rápidamente en qué hospital estaba y, después de ponerme lo primero que encontré por casa, cogí el coche y me fui volando hacia allí. No puede ser, no puede ser, no puede ser, no puede ser, esto no puede estar pasando, por favor, por favor. No paré de repetir esa cantinela durante todo el viaje. Cuando por fin llegué, apenas me escuché preguntar en recepción la habitación donde ella se encontraba. La 205, la 205, la 205. Ahí estaba, o mejor dicho, ahí estaban todos. Sus padres, sus hermanos, sus amigas, sus amigos y hasta sus abuelos, a los que yo conocía sólo de oídas. Localicé a Marta y me puse a interrogarla. Al parecer, un coche se había cruzado con el coche que conducía su tía y, aunque su tía estaba bien, Alba no había corrido la misma suerte. Me senté en el suelo y me concentré en tratar de respirar. Inspira, espira, inspira, espira, inspira, espira.

Por delante tenía el día más largo de mi vida. No podía moverme de donde estaba, y cada vez que sus padres salían de la habitación para comer o dormir, yo entraba con Marta y allí nos quedábamos hasta que volvieran, montando guardia, rezando, en silencio, pidiéndole un milagro a un Dios en el que nunca había creído. Hasta que, por fin, un día más tarde, cuando todos estábamos arremolinados alrededor de su cama, Alba abrió los ojos. Me sentí lleno de alivio, pues supe que, al menos por esta vez, sobreviviría. Y a mí me tocaba volver otra vez a interpretar mi papel. Uno a uno, sus familiares fueron saliendo de la habitación para hablar con los médicos, y nosotros, sus amigos, nos quedamos con ella. Fue reconociendo a todos, hasta que llegó a mí. No sabía quién era yo, se le había olvidado. Bueno, quizá ese era mi destino. Seguramente era lo mejor, así viviría más feliz. Al fin y al cabo, era lo que yo había pretendido alejándome de ella, que me olvidara. Pero Marta no debía de opinar igual, pues nos echó a todos y se quedó a solas con ella. Cabizbajo me fui a la cafetería a esperar a que Marta saliera y me contara qué había pasado. Estaba tomándome un café (el séptimo del día) cuando Marta entró cual huracán en la estancia. Me agarró del brazo y me llevó casi en volandas a la habitación. Allí estaba ella, tan pálida como las sábanas que la envolvían, como la pared que la rodeaba. Con profundas ojeras bajos sus preciosos ojos. Marta me había explicado brevemente por el camino que Alba le había confesado que no era cierto que no me recordara, asique haciendo acopio de todo mi valor construí una sonrisa y traté de bromear con el asunto, hacer ver que me lo tomaba con ligereza.

Y entonces ella me lo preguntó. Me preguntó aquello que yo ya sabía que me preguntaría. Aquello para lo que yo ya tenía una respuesta preparada. Me pregunto si la quería, si alguna vez la había querido. Y mirándola sin verla, tomé aire y lo solté. No. La palabra más difícil de mi vida, las letras que con más dolor he pronunciado nunca.

Lo que pasó a continuación es difícil de narrar. De repente cerró los ojos y su pecho se hinchó por última vez. Su cara mostró la relajación más absoluta, y la máquina, que emitía pitidos constantes cada cierto tiempo pasó a pitar de forma continuada. No, no, no, no, no, no, no, no podía ser. No, así no, no ahora, por favor, no. Una enfermera, por favor, una enferma y un milagro.

Pero nada pudieron hacer por ella. Dijeron que, al parecer, una infección interna había acabado con su vida. Sólo yo sabía la verdad. Ella me quería. Tanto que al decirle que la había utilizado, sus ganas de vivir la habían abandonado. Y simplemente se había dejado llevar hasta el lugar que había abandonado momentos antes sólo para poder preguntarme aquello.

Lo sé porque aún hoy, después de un año, puedo oírla susurrándomelo al oído en cada esquina, en cada momento, a cada paso que doy. Porque ella está ahí, en todas partes y en ninguna a la vez. Y sólo pido que, si realmente existe ese Dios al que le recé una vez, por favor la cuide hasta que yo pueda reunirme con ella para poder explicarle lo que realmente siento. Que la quiero. Como a nadie y como nunca. Por siempre. Tanto como ella me quiso a mí, o quizá incluso más.

jueves, 28 de enero de 2010

Raro.

Raro. Como mínimo habría que admitir que es raro. Sentada en la cama reflexionas sobre todo lo que ha pasado hasta ahora. ¿Enamorarte de alguien así? ¿Tú? ¿Desde cuándo? Y lo más importante, ¿Por qué? Por qué sigues cayendo una y otra vez en su trampa, sabiendo que lo único que quiere es que tú sigas ahí. Que lo único que hace es utilizarte cuando le viene bien. Y caes, y vuelves a caer, y una y otra vez sigues cayendo. Tus amigas te lo han dicho más de una vez, pero es difícil ver lo que no queremos, aunque sepamos que es así. Desde el principio supiste que no era en absoluto lo que tú buscabas. Arisco. Poco cariñoso. Introvertido. Pero tenía algo. Sí, tenía algo. No era guapo tampoco, pero... algo había. Y desde ese día te ha sido imposible pasar un día sin hablar con él, sin verle, sin pensar en él. Pese a haberlo intentado, no puedes. Y cuando tratas de distanciarte lo único que consigues es pasar días con él en la cabeza. Sabes que no merece la pena, que no va a cambiar, que no te quiere, que te utiliza, pero sigues ahí. Y eso es raro.


Intentas dejarlo de lado, no pensar en ello. Una y otra vez te repites a ti misma que le has olvidado, que ya no hay nada, que no sois más que amigos. Que puedes enamorarte de otra persona cuando y donde quieras. Pero sabes que no es posible. Que las cosas no funcionan así. Y te asustas. Porque nunca habías sentido algo así. Porque tienes miedo a que esto no acabe nunca. Que sea como la pescadilla que se muerde la cola. Le quieres, pasa de ti, te alejas y vuelve. Y así eternamente. Un tira y afloja continuo.

Pero un día te levantas y mientras desayunas te das cuenta de que no has pensado aun en él. No le echas de menos. No sientes la necesidad de hablar con él. Llegas a clase y charlas animada, no tienes en la cabeza más que esa cháchara banal con los compañeros. Y así un día detrás de otro. Él trata de llamar tu atención pero tú te das cuenta de que estás muy por encima. Sí, te has cansado de él, de sus tonterías. Por fin.

A lo largo de tu vida es posible que esto te ocurra más veces, pero habiendo pasado la primera ya no tienes tanto miedo. Porque sabes que tarde o temprano, ese día llegará.

martes, 19 de enero de 2010

Frustración.



A quién no le ha pasado alguna vez. Odias tanto a una persona hasta el punto que la quieres con locura. ¿O era al revés? Crees que no la necesitas, pero es la última persona en la que piensas por las noches. Sabes que le has hecho daño y piensas "Lo repetiría una y otra vez", pero no es así. Porque cuando te acuestas y tu cabeza reposa encima de esa almohada, no puedes dejar de llorar pensando en lo que has hecho, en lo que en realidad sientes, en lo que NO PUEDES dejar de sentir. Y te duele también pensar en lo que esa persona te ha hecho y en lo que no te ha hecho. Quiere ser tu amiga, sí, ¿pero a qué precio? Sabe que no la has olvidado, y eso te vuelve loco. Tienes miedo a hablar con ella, a verla, a quererla como siempre. Te vuelves huraño, la gritas, la insultas, la criticas delante de sus amigos y de los tuyos. Y aun así puedes ver la compasión en sus ojos cada vez que os cruzais. Un sólo segundo te basta para observar que ella no te ha olvidado tampoco, aunque sea en un modo diferente al tuyo. Tu mirada roza su piel y sientes otra vez que el corazón te late a mil por hora, que el estómago se te encoge, que se te seca la boca, que te mareas y te tiemblan las piernas. Aunque ves cariño en sus ojos sabes que no siente lo mismo que tú. Ya no.
Y vuelves a querer odiarla, a criticarla, a hacerle la vida imposible, a morder la almohada por las noches. Como si eso fuera suficiente para que ella vuelva a tu lado. Como queriendo decir "Eh, aquí estoy, puedo valerme por mí mismo, no te necesito". Pero sabes que no es así. Que no puedes por ti mismo. Que no puedes odiarla por mucho que lo intentes. Y aunque la hayas insultado, ofendido, criticado mil y una veces ella sigue estando con los brazos abiertos, esperándote. Porque no quiere perderte. Y sólo necesitas oir un "No te vayas, por favor." Aunque sólo sea porque necesita tu amistad.