jueves, 9 de septiembre de 2010

Nada que decir, todo por hablar.

-Hay dos o tres cosas que nunca me has pedido y lo lamenté. Habría sido capaz.
- ¿Qué cosas?
- Comer hormigas. Insultar a los parados que salen del INEM. Amarte como loco.

Y muchas cosas más. Habría podido subir al cielo sólo para bajarte la luna si así lo hubieras querido. Podría haberte querido todos y cada uno de los días de mi vida, desde el primero al último. Pero tú nunca me lo pediste. Muchas veces supe que estabas a punto de decírmelo y yo lo esperaba con impaciencia, pues era lo que más deseaba en el mundo. Pero de repente bajabas la mirada y me hablabas de cualquier otra cosa. Que si el tiempo que va a hacer mañana, que si deberías ir al médico porque no te encuentras muy bien. Y de esta forma se reanudaba mi espera. Podía sentir cómo mi vida se escapaba sin que tú te dieras cuenta de que la persona más adecuada para ti soy yo. Siempre lo he sabido, y sé que tú también lo sabías. Pero jamás nos atrevimos a decírnoslo. Y míranos ahora. Diciéndonos las cosas a la cara por primera vez en la vida. Nosotros que de todo hemos hablado, que hemos pasado horas simplemente mirándonos, que hemos descubierto todas las cosas juntos. Desde siempre y para siempre, dijimos de pequeños. Y así ha sido, aunque supongo que no en la forma en la que yo esperaba. Porque sí, ahora no tengo miedo de decírtelo. Te quiero, te quiero, te quiero. Siempre te he querido. Y maldigo cada uno de los días que he pasado sin decírtelo. Porque podríamos haber sido tan felices… Pero ahora es demasiado tarde. ¿O no?

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