miércoles, 7 de abril de 2010

Breathe in, breathe out, move on.

Siempre es bueno volver a los sitios de los que nos fuimos. Sentarnos un momento en algún rincón especial y simplemente dejarnos llevar. Guardarnos un tiempo para nosotros mismos. Ser egoístas y dejar a un lado al resto del mundo para ocuparnos solamente de lo que sentimos. Respirar profundamente. Cerrar los ojos. Pensar detenidamente en todo aquello que nos preocupa, lo que nos mantiene despiertos por las noches y cabizbajos durante el día.
Cada uno tiene su huequito en este mundo. A algunos les gusta perderse por el campo, en algún pueblecito dejado de la mano de Dios. Los hay que prefieren meterse en la cama y aislarse de todos los ruidos en ese pequeño fortín que resultan las sábanas una vez escondes la cabeza en ellas. Hay gente que encuentra la calma mezclándose en la multitud, caminando por las calles de una ciudad atestada de personas.
Y otros .. otros somos felices cuando, desde el coche, autobús, avión o medio de transporte que nos lleve, vemos aparecer al fondo, en el horizonte, esa franja azul que se funde con el cielo y que nos anuncia que el mar está cerca. Casi podemos olerlo en el ambiente, y oir las olas rompiendo contra las rocas. Y cuanto más te acercas, más paz notas en tu interior. Porque sabes que una vez hayas llegado por fin tendrás tiempo para pensar, para pasear, relajarte, volver a pensar y poner en orden tus ideas. Coges aire, lo sueltas, inspiras, expiras, profundamente, cierras los ojos y puedes sentir el sabor salado del agua llenando tus pulmones.
Cuando por fin llegas a tu destino la felicidad te embriaga. Por fin un momento para ti. Desconectas el móvil, apagas el ordenador. No necesitas unos auriculares para escuchar la música más maravillosa del mundo. El mar, las olas, los pájaros, las rocas, la arena .. te esperan, y te reciben con los brazos abiertos. Y tú entras de lleno en ellos. Te dejas llevar, mientras, por una vez, hasta comerte la cabeza resulta agradable.