miércoles, 27 de junio de 2012

Supongo que lo primero que me atrajo de ti fue el sentido del humor. Esas ganas de hacerme reír. El empeño y las ganas que pones a veces a esos chistecillos absurdos. Las tonterías. Los juegos de palabras. No lo sé a ciencia cierta, pero creo que aquello fue lo que me convenció. Una voz dentro de mí me repetía: No solo te hace feliz, ¡también te hace reír! Por las mañanas, al levantarme y mirarme al espejo, me reía yo sola pensando en nuestra conversación del día anterior. Estando con mis amigas, de repente me venías a la cabeza y no podía evitar sonreír. Siempre comparándote con todo y con todos. Nunca nadie estaba a la altura de tu ingenio.

Ahora no me haces reír tan a menudo, supongo que todo llega y todo pasa. Puede que fuera la novedad. Aún así, de vez en cuando consigues que una sonrisa bien grande campe a sus anchas por mi cara. Aunque haya tenido mal día o no esté especialmente animada. Incluso cuando me empeño en que el mundo está en mi contra. De repente apareces y sin proponértelo, esa sonrisa se va construyendo en mi boca comentario a comentario, frase a frase. 

Gracias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario