martes, 6 de septiembre de 2011

Tristeza.

Se levantaba todas las mañanas pensando en él. Y todas las noches, dedicaba al menos cinco minutos a saborear el placer que le producía saber que alguien como él existía en el mismo mundo que ella. Gravitaban en planetas diferentes, aunque avanzaran en líneas paralelas. Algunas noches despertaba agitada sabiendo que había soñado con él. Y, despacito, se daba la vuelta en la cama para pensar en ello un ratito más. Paladeaba cada minuto que pasaba a su alrededor, sin que él siquiera se diera cuenta. Pero para ella era suficiente.

Jamás conocí a una persona más desgraciada. Llevaba los ojos tristes, buscando hambrienta cualquier mirada que a él se le escapara. Cuando le miraba, por un segundo una pequeña sonrisa iluminaba su rostro. Pero, de todos los momentos en que yo la vi, nunca duraban sus sonrisas más de lo que duraba el suspiro que las acompañaba. Nunca llegaron a hablar, ni a cruzar una mirada conscientemente. Ella no se atrevió a dirigirle ni un hola, y él no supo de su existencia. Quizá, si ella le hubiera hablado ..

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