Has conseguido quitármelas todas.
Ahora yacen en el suelo.
Junto a la ropa que has conseguido arrancarme también.
Definitivamente, nos creemos superhéroes. Pese a conocer nuestras propias limitaciones, nos empeñamos en llevar a cabo todo tipo de locuras. Intentamos hacer ver a los demás que podemos con cosas que están totalmente fuera de nuestro alcance. O simplemente hacemos más cosas que las que podemos. Y siempre sin pedir ayuda, solos. ¿Por qué intentamos este tipo de hazañas? Quizá por afán de superación. Quizá simplemente por deslumbrar al resto.
A veces, las noches nos parecen más oscuras de lo que son en realidad. Miramos por la ventana y no vemos más allá de esa niebla densa, de esa lluvia que le da un aspecto tan triste a todo el paisaje urbano. Las calles mojadas, las farolas parpadeando, la gente corriendo. Y un solo pensamiento en tu cabeza. Tristeza. La notas trepar por tu barriga para anidar en tu pecho. Toma asiento y comienza a extender sus garras por todo tu ser, hasta que sientes los ojos anegados en lágrimas. Y no puedes evitarlo. Lloras. Lloras hasta que no puedes más. Lloras sintiéndote la persona más desafortunada del mundo. La única persona a quien nadie quiere, la única a quien todo el mundo le da la espalda, la única por quien nadie se preocupa. Lloras y lloras sin poder parar apenas ni para respirar. Sin poder ver el final del túnel. Te ahogas, te aferras a la almohada para que nadie oiga tus gritos de frustración, pataleas de rabia. Tu mente se inunda de pensamientos negativos, en tu cabeza retumban nada más que frases negativas.
Me gustaría también estar ahí para ti cada vez que caigas, cada vez que tropieces, cada vez que la vida te ponga la zancadilla. Ayudarte incluso cuando tú mismo no sabes que necesitas una mano amiga. Estar contigo cuando todos los demás te hayan dado la espalda. Cuando intentes hacerte el duro, cuando pretendas que no te importa cualquier cosa que te esté pasando. Estar contigo cuando necesites un momento a solas y cuando quieras estar rodeado de gente.
Hace años que cumplí la mayoría de edad, y echando la vista atrás, tengo la sensación de que nada ha cambiado en absoluto. Quizá visto desde fuera pueda parecer que no, al fin y al cabo acabé la carrera, me licencié, encontré un buen trabajo y conseguí cierta estabilidad sentimental gracias a un chico muy simpático de la facultad al que no quiero. Y pese a todo, no parece que las cosas hayan cambiado. Misma gente, mismos sitios, mismos sentimientos, mismo él.
Al final todo esto vuelve a ser lo de siempre. Todas queremos lo que no podemos tener, ¿verdad? Yo no podría haberlo expresado mejor.