A veces, en la cama, buscaba a tientas su mano. Qué ilusa, daba por sentado que allí estaría, esperando a que lo hiciera para tomar su mano en la suya y poder seguir durmiendo tranquilos. Pobre tonta, se le había olvidado que, en realidad, él nunca estuvo allí.
¿Y qué hago aquí, mirando al cielo? |
No hay comentarios:
Publicar un comentario